sábado, 31 de marzo de 2012

El club de los poetas muertos



Para un fin de semana como este, una buena película siempre apetece ver. Os recomiendo "El club de los poetas muertos" de Peter Weir. Trata de un profesor de literatura que, por medio de la poesía, inspira un cambio en las vidas de sus alumnos. Os dejo una síntesis para que valléis teniendo esa miel y luego disfrutarla entera. Buen fin de semana chicos. 

El Club de los Poetas Muertos: Saca lo que llevas dentro


viernes, 30 de marzo de 2012

Vida

Si alguna vez me dieran a elegir, si pudiera decir con facilidad lo que mi alma verdaderamente esconde. Pero algo demasiado fuerte me lo impide y hace que mi vida se desmorone.
No quiero preocuparos. Ni si quiera que penséis por un solo instante de que me pasa algo, por eso río cuando es un llanto, canto cuando es un grito de dolor... escondo mis sentimientos por miedo.
Hoy reflejo un poquito de mi en estas palabras y es porque me agoto. Veo cada día la gente pasar por mi camino; algunos que se quedan y otros que se van, pero al final solo soy yo la que escribe mi propia historia, mi vida...

El monte de las ánimas - Bécquer

Hoy quiero compartir con ustedes una de mis leyendas favoritas, "El monte de las ánimas" de Gustavo Adolfo Bécquer. Que disfruten de su lectura.





La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice. Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche. Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.

I



-Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas.

-¡Tan pronto!

-A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.

-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?

-No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia. Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia.

Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:

-Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron.

Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos.

Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos a quienes se quiso exterminar tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse.

Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.


La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporárseles los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.




II 

Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.

Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso: Beatriz seguía con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz. Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.

Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.

-Hermosa prima -exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban-; pronto vamos a separarnos tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío.

Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.

-Tal vez por la pompa de la corte francesa; donde hasta aquí has vivido -se apresuró a añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?

-No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo... que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías.

El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza:

-Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo ante todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?

Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra. Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste monótono doblar de las campanas. Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo:

-Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico.

-¿Por qué no? -exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre las pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:
-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?

-Sí.


-Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.


-¡Se ha perdido!, ¿y dónde? -preguntó Alonso incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza.

-No sé.... en el monte acaso.

-¡En el Monte de las Ánimas -murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-; en el Monte de las Ánimas!

Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda:


-Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendentes, he llevado a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor, hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir del peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche... esta noche. ¿A qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde.

Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores:

-¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos, y cuajado el camino de lobos!

Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía, movido como por un resorte se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego:

-Adiós Beatriz, adiós... Hasta pronto.

-¡Alonso! ¡Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó querer detenerle, el joven había desaparecido.

A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó atento oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último. Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.

III

Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho.

-¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la iglesia consagra en el día de difuntos a los que ya no existen.

Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso. Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído a par de ellas pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.

-Será el viento -dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón, procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un chirrido agudo prolongado y estridente.

Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden, éstas con un ruido sordo y grave, aquéllas con un lamento largo y crispador. Después silencio, un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota no obstante en la oscuridad.

Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar: nada, silencio.
Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada, oscuridad, las sombras impenetrables.

-¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho-; ¿soy yo tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos?

Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento.

El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblan tristemente por las ánimas de los difuntos.

Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin despuntó la aurora: vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto sangrienta y desgarrada la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso.

Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca; blancos los labios, rígidos los miembros, muerta; ¡muerta de horror!


IV



Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada, que con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Pienso bailar...

Pienso bailar sobre tus cenizas, arrebatarte tu alma para que nada de ti exista. Y que la oscuridad sea lo único que haya en tu puta vida. 



domingo, 25 de marzo de 2012

Ahora te toca a ti



Hoy os dejo que vuestra imaginación sea la única que escriba en mi blog. Cierra los ojos y deja que la música te lleve hasta la historia más bonita de la que puedas soñar. Ahora dime, ¿Hasta donde te lleva esta gran libertad?


sábado, 24 de marzo de 2012

Bienvenidos

Bienvenido al teatro más especial que puede haber en tu vida. Soy la persona con la que menos puedes contar, la que nunca te deseará nada bueno para ti, porque te mereces lo peor que puede haber.Te diría que tu nunca vas a conseguir ser nadie, que siempre vas a estar solo en esta pequeña sala donde la gente que esta a tu alrededor, pasa de ti. Como si tu no existiera. Déjate llevar por las apariencias y no seas tu, aún así nada va a cambiar... 
Siéntate en tu asiento y disfruta de esta obra de teatro, donde las personas con las que verdaderamente contabas, son las que realmente manejan y te dicen todo lo que esta en sus guiones y no tu propio guión. 

... Bienvenidos al mundo de la hipocresía ...

viernes, 23 de marzo de 2012

En el silencio


Otro día igual, la misma hora... el mismo sitio... pero aun así todo es tan diferente. Sigue con su vida, trabajando, los amigos, problemas... sonríe y finge ser feliz dando al mundo una imagen que no es. ¿Por qué? ni ella misma lo sabe. Creo que todo fue por aquel muchacho. Desde que se fue todo cambió, las alegrías son penas, antes una sonrisa y ahora un llanto... se está haciendo daño. Nadie imagina que pensamientos rondan por su cabecita y me da lástima verla así.Canta melodías que un sordo podría escuchar y un mudo cantaría, notas acompañadas por una letra que es pura poesía. La conocía de antes pero ha sido este verano cuando empezamos hablar un poco más.
Para mi era la mejor de todas. Siempre tenía algo con lo que te sacaba una pequeña sonrisa, me encantaba cuando me decía "quiero vivir eternamente para pasar mis días contigo". Me llenaban esas palabras, cuando me derrumbo una brisa me susurraba aquella frase y seguía adelante. Le debo tanto que mi vida no es suficiente. Pero hay algo que me impide demostrarle cuáles son mis verdaderos sentimientos. Llora por otro amor. ¿Qué novedad verdad? ¿Cuántas veces os ha pasado que la chica que quieres ver por las mañanas cuando te levantes se enamore de una persona y no eres tú?
Trabajábamos juntos, pero en lugares distintos. En los descansos venía a visitarme en cambio yo sólo fui una vez a verla. También conocí a Saúl, hablamos y nos hicimos buenos amigos. Desde aquel momento maldigo cuando se lo presenté. Encendieron una llama muy difícil de apagar. Sólo recordarlos los celos invaden mi cuerpo, no puedo soportar la presión que siento en mi pecho. Es tal el cariño que le tengo, sólo me conformo con verla radiante aunque tenga a otro en su mente.
No se puede luchar contra un amor que no te corresponde. Amaba a quien no debía amar y luchaba por conseguirlo pero el corazón de Saúl estaba ocupado. Su rostro empapado en lágrimas, cada una de sus gotas escribían el nombre de aquel muchacho, yo sólo le entregaba mi hombro.
El tiempo pasa. Se muestra tan natural, como si no le pasara nada. Su alma se desvanecía y pudría todo a su paso. Cada mirada, cada gesto, cada palabra, cada canción que escuchaba... tenía un significado y no entendía. ¿Realmente se quieren? Decía tener dudas pués el nunca le confirmó lo que sentía. De las ilusiones se vive y a la vez tienes que ser realista en estos temas. Puede que te quiera pero está con otra persona. Palabras envenenadas clavadas en lo más profundo y tan sinceras... tuve que decírselo.
"Razón tienes y tonta soy. Hasta las flores más bellas son de las que más daño hacen"
Llegó la hora. Saúl no iba a volver más. El mínimo recuerdo se queda en ella. Me siento tan egoísta. Sólo quiero sentir que sólo me ama a mí, poder besarle, regalarle una caricia, decirle al oido te quiero. No quiere y nadie sabe que sufre. No es la misma de antes. La melancolía ha invadido su ser, nada puede ocupar su lugar. "Ya no está. He perdido mi mundo". Se siente sola rodeada de todos los que están a su lado. Y en el mismo lugar, a la misma hora alza su mirada desea encontrarse con la suya, ya no hay nada...
Todos los días así, viendo como espera volver a verle, con ganas de abrazarle y en unos instantes sentirse suya.
¿Y yo? Soy el más idiota por no hablarlo, callarme como el más cobarde. Teniendo la impotencia de querer ayudarla pero... no... prefiero estar así, a perderla y no volverme más loco por ella.
Paso todos los días por donde está. Me regala una sonrisa, no la noto sincera. Nos miramos y el silencio manda. No sale de nuestras bocas ninguna palabra pero pienso, en qué piensa y piensa, qué estará pensando... Se confunde, ni ella se conoce, Desde lo del muchacho ha cambiado y nadie se ha dado cuenta de su tristeza. Un buen día, como otro cualquiera, estoy decidido a confesarle mi mayor secreto. La busco por todas partes pero... no la encuentro. Mis nervios a flor de piel, la angustia se apoderó de mí, la tranquilidad llena mí ser.
A lo lejos, una voz muy dulce y cristalina gritaba mi nombre. Corriendo voy a su encuentro desesperado, sin aliento. Veo al fondo una figura, vestido blanco tan hermoso, me dió fuerzas y ganas de llegar a su lado. Era la mujer que buscaba. Estaba pálida, con lágrimas en los ojos con un llanto que aún se me clava en mis oidos. "Nada tiene sentido ¿Por qué tengo que sufrir tanto? ¿Qué he hecho para estar así? Gracias por estar tú aquí".
En un abrazo nos fundimos, notaba como su calor prendía mi cuerpo y no tuve el valor para decirle lo que siento.
Otro día que pasa. Ves cómo la gente se divierte, cómo rien, cómo disfrutan de todo lo que tienen. Ves a la persona hundida, destruída sin poder cambiar nada de lo que ha pasado, volver atrás contarle desde el principio que la quieres, sólo poder estar con ella y vivir la vida que nos merecemos. Pero las cosas que pasan, pasan por algo y no se pueden cambiar. Se marchita la flor más bella de este inmenso jardín. Cada paso que da, es una paso menos en su vida, su aliento se va apagando, su mirada ya no deslumbra, se va ahogando en sus propias penas y se hunde en un mar lleno de desesperanzas.Lo que tenía que pasar... pasó. Una compañera me dio una carta, "tranquilo... ya nada puede ser peor, lo siento". No pude reaccionar, con rapidez abrí esa dichosa carta.

"Cada frase que se dice, sea o no sea, tiene un significado y a veces se confunden porque tu las crees debido a la persona que te las trasmite. Son tantas cosas que tengo ahora en mente... y ninguna se va hacer. Se dice mucho, demasiado diría yo, pero en verdad no dices ni haces nada al respecto. Que duro es vivir una vida intentando aparentar otra cosa, callarte lo que sientes y esperar...
No se lo que voy hacer, tengo tantas ganas de coger y besarte, abrazarte, amarte... te veo, no puedo contenerme ese gran deseo de estar contigo. En verdad no me encuentro bien. Estoy fatal de ánimos y todo, un quiero pero no puedo, algo raro que se funde en mí que no me deja respirar. Joder, siento una presión en mi pecho. ¿Qué coño me pasa? ¿Mi vida se apaga al igual que se gasta la tinta de este bolígrafo? Cuánto te necesito, te extraño, te quiero...
Pero es imposible, nada me sale bien, siempre meto la pata y no salgo de una cuando me meto en otra. Yo que sé, no se si es porque mi vida es así, porque no sé comprenderme, no sé lo que quiero... ¿Qué voy hacer de mí? ¿Qué quiero realmente? Se lo pregunto todos los días a no sé quien, nadie me escucha todos a su bola y a mí que me jodan.
Es lo que me toca, aguantar, callar y todo lo demás... no me queda otra alternativa. A quien lea esto, si alguien lo lee algún día, que no se extrañe de lo que cuento, de lo que diga, de lo que pone. Son mis más sinceros sentimientos que estoy harta de guardármelos. Ya no puedo más".

Esas palabras se repetían cada una de ellas en mi cabeza, todas atraviesan mi corazón dejándolo destrozado al igual se rompe una hoja de papel. Ahora todo se acabó. ¿Por qué he sido tan estúpido? Tirado en el suelo, desvanecido, con esta impotencia. Me quedo solo rodeado de todos los que me quieren... Cerrando los ojos, intento verla feliz. Con esa sonrisa que enamora hasta el mismo diablo y con muchas ganas de vivir. Ya no está aquí, dejando una huella imborrable, sigo esperándola por siempre. Ahora ¿Qué me queda? nada, todo lo que quería se me escapó. Han pasado más de quince años desde que se marchó de este mundo. Malditos quince años sólo con su recuerdo en mi memoria y todo por estar callado, por no confesarle de que aún la amo.
Otra vez, estoy aquí. En el mismo lugar, la misma hora, la misma gente... viendo en ellos a la chica que un día conocí y amé en silencio. Imagínate que la persona que quieres ver nada más que te levantes de la cama, esa persona que hace que los días sean eternos cuando no estás con ella, a esa persona que te levanta con un beso y te susurra un te quiero, imagínate que por no decir nada a esa persona se va... para siempre. Aún así todo parece igual y a la vez es tan diferente... ya no está, mi mundo se ha ido.

Eres tu


Aquel, que hace que mis días sean muy largos y todo al mi alrededor desaparezca.
Aquel, que tanto deseo y amo, siempre metido en mi cabeza.

A el, que le debo tanto y no es suficiente toda una vida.
A el, que significa mucho aunque nunca se lo diga.

A ti, por tener que aguantarme todos los días.
A ti, por saberme valorarme como soy.

Tu, eres lo mejor que tengo.
Tu, lo que más quiero.

jueves, 22 de marzo de 2012

Íntimo


Cuantas veces he deseado de tener tu boca tan cerca de la mía para poder acariciarla con un beso. tantas ganas tengo de abrazarte, sentir como se funde mi deseo...
Mirarte y ponerme coloraita de tanto amor que siento, esa mirada tan inocente pero a su vez apasionada demostrando que existe esa cosa que se llama cosquilleo. 
Ahora siento tu ausencia más que nunca y es que te echo tanto de menos. Nadie sabe realmente lo que es esto, tan cerquita de todo pero más inmenso, más lejos de todo lo que tengo. Alzando las manos hacia ti, para ver si llego... Pero es imposible. 
Lo que deseo, es volver a ver como se ponen mis pelos de punta nada más saber que volveré a verte, sentir como mis nervios se ponen cada vez mas fuertes al ver que llega la hora de que vienes, y que nada más que te veo me regala esa sonrisa que tanto deseaba contemplar... 
Ahora son las palabras las que te demuestran que eres lo mejor que ha pasado en mi vida, lo más importante mientras que todo lo demás es secundario. 
Que te amo con locura, te deseo y te necesito más que nunca.

Un día como otro cualquiera

Este relato, ganó 1º premio en el XIII Certamen literario igualdad de género en Benalmádena.

1º Premio Relato de Igualdad de género
Una mañana más suena el despertador, se levanta y se dirige al baño. Levanta la mirada al espejo y se refleja su rostro cansado con ojeras pero con su mayor sonrisa.
Se prepara para ir a trabajar, antes prepara a sus hijos para que vayan al instituto. Los mira cómo van vistiéndose y con añoranza, se va inundando sus recuerdos de cuando eran más pequeñines. Se entristece al darse cuenta que van creciendo; sabiendo que ya no son sus pequeños pero aun así siente con orgullo el tener estos dos hijos tan maravillosos.

Va a la cocina y prepara el desayuno para la familia. Sentados en la mesa en armonía, se cuentan que van hacer durante todo el día. Sigue en su cara, esa gran sonrisa que le caracteriza. Espera a que se vayan, recoge la mesa y se prepara para salir a la calle a trabajar. Cierra la puerta con llave, levanta su cabeza bien alta y con tanto orgullo, anda por las calles de esta gran ciudad.

 Con ganas de ver a sus compañeros y contarles la última trastada de su niño el pequeño, que tiene ganas de marcha… pero tiene mucho trabajo todavía. Los vecinos saludan y sienten cómo se trasmite esa felicidad que les encantaría
tener, envidian ese amor que le dan por ser como es, aún así, saluda y les regala su sonrisa; su mejor arma para esas envidias.

 Llega a la oficina y se dirige a su mesa donde lo único que puedes ver son archivos y montañas de papeles, pero da igual. Se sienta en su silla y trabaja como nunca, dándolo todo y demostrando que puede hacerlo. Sus compañeros se fijan y murmuran a sus espaldas que lo hace por interés, para que le ascienda de puesto pero lo que no sabe, es que lo hace para demostrarse que puede llevarlo a cabo. Seguro que lo consigue porque es fuerte y tiene demasiada capacidad para realizar este trabajo como ningún otro compañero.
Su jefe también mira todo lo que hace y no piensa como los demás. Él ve más allá, ve que está realizando un trabajo extraordinario y que se orgullece de su persona porque hay pocas quiénes hagan ni el más mínimo esfuerzo de  lo que se trabaja. Si le comenta algo negativo de su trabajo, se lo toma bien porque es una manera de mejorar y de hacer un trabajo exitoso; por eso, está muy contento el jefe.

 Es lo único que le importa puesto que algunos de sus compañeros no soportan ese trato especial, pero se lo merece por su esfuerzo, su capacidad de lucha y su constancia.

 Llega la hora de la comida y se acerca al bar para ir a comer. Le rodea tanta gente que mira a su alrededor en busca de su mejor amiga. Ahí está, se acerca a ella le planta dos besos en sus mejillas rojizas y la abraza muy fuerte. Se sientan en la  mesa y su amiga le pregunta:  ̶ ¿Qué tal el día? ̶ le contestó,  ̶ Tú ya sabes, siempre la misma historia, mucho trabajo y poco dinero. Necesito unas vacaciones o algo porque no puedo seguir este ritmo.

La amiga se empezó a reír y le comentó que no se quejara tanto, y que se alegrase por el trabajo que tiene ya que hay mucha gente en paro. El camarero le da una carta con el menú del día. Hoy solo le apetece una ensalada, tiene que volver al trabajo en menos de media hora. Paga la comida y se despide de su amiga.

 Rápidamente volvió a su despacho, suspiró con alivio porque le faltaba el aire. Esta vez la mesa estaba más despejada que esta mañana y cada vez, le queda menos trabajo aun así, sigue con esa constancia y su esfuerzo. Miraba cada dos por tres ese reloj de la pared, eran las 17.55 p.m. y esos cinco minutos que le quedan para salir del trabajo, se le hacían eternos ya que desea encontrarse con los suyos.

Se acerca un compañero y le comunica que puede marcharse y continuar mañana con el trabajo puesto que necesita un descanso. Recogió los papeles de la mesa colocándolos en su maletín para luego seguir con el resto en casa. Guardó todos los documentos en sus archivos, los ordenó para que supiese donde están cada uno y no tener todo revuelto como esta mañana. Al instante, apaga el ordenador y besa con fuerza una fotografía.

 Algunos se van para sus casas, otros seguirán en las oficinas mientras la mayoría se irán de fiesta. Se dirige a casa para coger el coche e ir a recoger a sus dos criaturas.
Va directo a recoger a su mayor, está en baloncesto y hoy tenía clases. Llega al instituto y su niño al verle se siente feliz. Se sentaron en los asiento delantero, se miraron y sonrieron mutuamente.
  ̶  ¿Qué has hecho hoy cariño? ¿Qué tal las clases?  ̶ Le preguntó.
̶  Pues me lo he pasado genial. Me han enseñado a manejar las páginas web y en baloncesto he entrenado mucho y estoy cansado, pero no te preocupes, estoy muy bien.

Ahora van a recoger al pequeño que se encuentra en clases de kárate. Está sentado en uno de los escalones con la cabeza cabizbaja, se acerca a él y le pregunta;   ̶  Nene, ¿Qué te ha pasado? y él le contestó:  ̶  nada, solo estaba esperando.
 Alza la mirada, se levanta y se funden en un gran abrazo tan fuerte que… ¡casi le rompe algo! Se coloca en el asiento trasero, su hermano mayor le saluda y se van para la casa.

En el coche, antes de llegar a su dulce hogar se oyen conversaciones cómplices. Cada uno con sus tema, sus secretos… y para que nadie se entere, se los guarda como el mayor de los tesoros de cualquier pirata. Risas, cachondeo y sobre todo muchísima felicidad se respiraba en el ambiente porque sabe que los tiene ahí; lo más grande que ha podido tener, sus hijos.

 Llegan a casa y los chicos se dirigen a sus cuartos para terminar las tareas. Mientras, deja el maletín encima de la mesa del comedor y va a la cocina a por algo de merienda. Les prepara unos bocadillos y se lo sube a sus habitaciones, entra en la del chico para darle su bocata.
 ̶  ¿Necesita ayuda?  ̶ le preguntó.
 ̶  No hace falta, estos ejercicios son muy fáciles.
 Le da una palmadita en la espalda y le deja que siga con sus tareas y se dirige al mayor:
 ̶  ¿Sigues sin entender ese problema?
 ̶   No, ya sé cómo es. Me lo explicó hoy la maestra.  ̶ le contesto el mayor.

 Bajó al salón, cogió el maletín y sacó lo poco que le quedaba para terminar su trabajo mientras se tomaba su taza de café bien cargado. Se le notaba el cansancio, bostezó de vez en cuando, pero nunca deja de lado sus obligaciones. Sique al pié del cañón.

 Alzó la mirada a su ventana y vio cómo iba anocheciendo, vio cómo oscurece a lo lejos esos rascacielos y cómo el cielo azul poco a poco se vistió de negro…
Es hora de preparar la cena, le preguntó a los niños si tienen ganas de cenar pero… se lo piensa mejor y le prepara una pequeña sorpresa.
 Les encantan las pizzas y ni se imaginaron que les preparó pizzas artesanas ¡Y le salen de muerte!
 Preparó la masa, puso el horno a calentar y su música en la radio que no le falte nunca  para poder cocinar muchísimo mejor. Al rato, metió la primera pizza para que se fuera haciendo. Un olor tan rico se expandió por toda la cocina hasta llegar a las habitaciones. Un estruendo grande se escuchó. Eran los chavales bajando las escaleras como locos para saber lo que le estaban preparando.
  ̶ ¡Pizzas! ̶  gritaron los dos a la vez.
 No paró de sonreír y de sentirse tan bien, tan feliz que ni se acordaba que hace un rato bostezó de cansancio.

 Sentados en la mesa, comiendo esas pizzas tan buenas, hablaban de sus cosas como cualquier familia unida. Batallitas que se contaban y alguna que otra mentirijilla que se descubrió…  Pero no discutieron, hablaron de algunas cosas que pasaron y todos esos problemas se arreglaron.

 Terminó la cena y le tocó al mayor fregar los cacharros, por las noches se turnaban el trabajo ya que todos tenían que colaborar en casa. Al terminar se dirigieron a sus habitaciones, le dieron un beso en las mejillas tan fuerte que a veces que le hicieron daño pero eso no le importó.

Más tarde es cuando se sentó en el sofá, se relajó y se tomó su tiempo. Leyó ese libro que tanto le gustaba antes de acostarse intentando despejar la mente para que mañana fuese otro día mejor. Cerró las páginas del libro como se cierran todas las noches y los días que pasan; haciendo de nuestros días un gran capítulo de nuestro mayor libro que es la vida.
 Descansó en su cama cerró sus ojos cansados y… durmió.

Es una historia como otra cualquiera, pero…  ¿si os digo que el protagonista es un hombre? Ahora, ¿qué pensáis?
Hay miles de mujeres en esta situación, tantas que cuando hablan de estas tareas ponemos en situación a una mujer puesto que el hombre supuestamente nunca se encarga del hogar.
 Desgraciadamente, todavía se dan casos pero cada vez menos. Lo que pretendo transmitir con esta historia es que da igual el contexto que tenga, sino, más bien la poca importancia del que el protagonista sea hombre o mujer.
 Todos somos iguales, tenemos los mismos derechos y con el apoyo de todos podemos conseguirlo. Igualdad de género.

Fin


Solo me queda morir, todo ya está acabado.
Mi alma es la que quiere salir, yo me he abandonado...
Cualquier cosa es más importante que lo que pueda sentir. Ojalá el mundo no existiera y así nunca te hubiera conocido.
Sería lo mejor, porque cada vez esta cruz se hace más pesada y por mucho que mi corazón luche contra mi razón, cada puñalada duele aún más. Heridas profundas que tampoco cicatrizan del todo, y es entonces cuando ya me desangro.
Dejo que la muerte me lleve hasta su abismo que desde allí sé que nunca volveré a verte y volveré a ser feliz.