jueves, 10 de noviembre de 2016

Es como si...

Es como si estuvieras aquí, observándome. Clavando en mí esa mirada en forma de perdón aún sabiendo que jamás lo haré. Hizo daño, mucho daño y entiendes que esté enfadada con el mundo. Esa promesa se rompió como reventada has dejado mi alma. Ya nada dolerá tanto. Sé que es sentir dolor. Por eso no dudé en arrancarme el corazón, imagino porque quería dejar de sufrir. Así sigo mi camino. Sola. Me has dejado sola, amor. No hay día que el viento me traiga tu perfume, ni anochecer que me recuerde al color de tu pelo, ni sueños donde escuche tu voz llamándome. Y así estoy, desorientada, sin saber cómo vivir faltándome tus besos, tus caricias, tus te quiero... tú. Sin saber por qué Dios te ha llamado tan pronto.


martes, 18 de octubre de 2016

Tengo...

Tengo demasiada fe en la vida porque sé que en ella estás tú. 
Te siento. 
Te pienso. 
Te quiero. 
No pararé hasta encontrarte y que fugazmente crucemos la mirada. Contemplaré por unos segundos tus ojos, tiempo suficiente para perderme en ellos. Ya nunca querré salir de tus pupilas. Entonces será cuando cierre los míos y una sonrisa tonta se dibuje en mis labios. En tu corazón sentirás un pellizco sin dolor.
Te sueño. 
Te deseo. 
Te anhelo. 
Mientras, entre la multitud seguiré paseando. 





viernes, 30 de septiembre de 2016

Qué no habrás visto, querida

Qué no habrás visto, querida. Gente paseando sin más, peleas por cualquier gilipollez, besos a escondidas, caricias que sólo tú puedes percibir, miradas que lo dicen todo o nada, juegos de adolescentes transformándose en sentimientos... durante todo el día, durante toda la noche. Sin descanso. Me dan envidia, ¡claro que me la dan! Porque pasarán los años, conocerás millones de historias preciosas (otras no tanto) y mientras yo... ojalá tuviera que contarte algo.


jueves, 29 de septiembre de 2016

Chispa

Lo he sentido. He sentido literalmente esa chispa cuando por fin has querido que nuestras manos se acariciasen. Sé que no fue un descuido notar el suave roce, lo vi en tus ojos. Quiénes estaban a nuestro alrededor no lo apreciaron porque sólo vieron a dos amigos que se daban una galleta de chocolate. Pero en mi interior explotaban emociones y creo que no los pude disimular. Tampoco lo quise, aún me sigue durando la sonrisa tonta. Fue un leve e insignificante instante que bastó para sentirte cerca. Me has dado vida.


lunes, 29 de agosto de 2016

Duele...

Duele cuando se marcha un compañero, un amigo, un familiar... Duele. 
La vida y su manía de arrebatarnos lo que más amamos. Pero aún así se apiada, quiere que en el corazón sigan esas historias que vivimos con ellos; los recuerdos. De esta manera es algo más llevadero ésto de la muerte. Aunque el dolor, al recordar, jamás se irá. Porque nos faltará su compañía, su dulce voz, sus caricias y el simple "buenos días" de esa persona que de una u otra forma nos dio vida. 
Esa vida que se apagó para siempre, pero que en el corazón permanecerá encendida eternamente.




lunes, 11 de julio de 2016

De ésta manera hasta el final.

Tú, que miras por la ventana pasar el paisaje mientras cae un par de gotas por tu mejilla como quien ve su vida pasar, no temas. Aquí estaré para protegerte de todos aquellos que intentan hundirte en lo más profundo. Te lo juro. No será fácil ya que nada lo es en este mundo, pero tú me importas demasiado y odio verte triste por esos motivos que rondan por tu mente. De sobra sabes que eres fuerte, sólo tienes que creer en ti. Abandonaremos juntos todo lo malo, pegaremos una patada bien fuerte a esas cosas que intentan dañarte y si lo hacen coseré tus heridas al instante para que cicatricen rápidamente, así volveremos a levantarnos para seguir el camino que siempre deseaste andar. De ésta manera hasta el final. Hasta que cierres los ojos eternamente y pueda decir yo, tu alma, que has vivido plenamente. Consiguiendo ser feliz contigo misma.



miércoles, 6 de julio de 2016

Que me...

Que me cojas con ganas de una vez y me estampes contra la pared, la que está detrás de los arcos de la plaza, para robarme ese beso que tanto deseas probar. Que me roces la mano a conciencia cuando tengas la oportunidad, así sentirás por fin la suavidad de mi piel. Que me acarices el pelo mirándome a los ojos, esos ojos tuyos achinados cuando sonries que tanto te caracteriza. Que me hagas tuya sin miedo al qué dirán por lo de la edad, sabes de sobra que eso no importa si por fin decides tenerme entre tus brazos. Que me tienes aquí y ahora. Que yo también de ti me he enamorado.


miércoles, 29 de junio de 2016

Ya no llegará

Te difuminas como el denso humo de los últimos cigarros que nos fumamos juntos, mezclado de las miles de risas y los ratos de complicidad que se hacían nuestras miradas. Yo, ahora, sólo puedo sentir que las comisuras de mis labios tiran hacia abajo. Y lo que recorre por mis mejillas ya no es ese sudor del que tantas veces me has provocado. Ya no. Son gotas que saben a tristeza, soledad, dolor... Es mi alma, que tanto decías que amabas, rota. 
Sigo con el nudo en la garganta, sabes que desde que te vi nunca se fue, pero éste es diferente y aprieta más. Tenía tanta confianza en ti que me dejé atar creyendo que nunca me harías daño. No fue así. Y aquí estoy de rodillas en la cama mirando al techo, a la nada. Esperando ese abrazo por la espalda, esa caricia en mi pelo, esa mano cogiendo mi mentón para luego girarme y fundirnos en ese beso, eso que ya no llegará. 

Porque de otros 'te quiero' has preferido endulzarte.




domingo, 6 de marzo de 2016

Susurros al oído...

Susurros al oído mientras estaba sentada en esa maldita silla y con una venda puesta, la que él escogió para mí. Endulzaba con buenas palabras mi alma pero no se dio cuenta que ya no me hacía efecto. Dejé de sentir. Porque hubo un tiempo que podía engañarme, sí, pero ya no. El impulso de quitarme la venda que llevaba en los ojos hizo que descubriera la verdad, que nunca estuvo conmigo. Esta ansiada libertad era lo único que tenía enfrente de mí y yo sin saberlo.


viernes, 22 de enero de 2016

Fechas que nunca se olvidan, por desgracia.

Ese día me dirigí al banco por temas de papeleos con Hacienda o algo así. No cogí el camino de siempre, tiré por otras calles para llegar a la sucursal. En una de esas calles me topé con un Renault Megane Classic de color gris igualito al que tuvo mi abuelo. Fue evidente que me vino a la cabeza recuerdos de mi infancia, de cuando él nos recogía del colegio con ese coche o cuando llevábamos a mi madre al trabajo. Hizo casi un mes que no le veía en persona, desde navidades, y ya estaba el pobre muy desmejorado. Era lo lógico. Llevaba unos diez años con Párkinson y la enfermedad, en ese último año, le estaba pasando factura demasiado rápido. Se me ocurrió echarle una foto a ese vehículo para enviársela a mis hermanos por WhatssApp, pero no sé por qué al final no me decidí. No la hice. Y seguí la ruta hacía lo que en ese instante era importante hacer. 
Con mis cascos voy siempre a todos lados y claro, el móvil se me quedó sin batería en mitad del camino de vuelta a casa. Eran la una del medio día cuando llegué. Solté todos los papeles encima de la mesa del salón y hablé con José de lo que pasó en el banco. A parte le conté la anécdota del coche que parece algo insignificante pero, después de casi dos años viviendo en Badajoz, fue la primera vez que vi uno igual que el de mi abuelo. 
Entonces me senté por fin en el sofá, miré un poco el ordenador las cosas del trabajo y de repente sonó el teléfono de casa. 
- Extremedia, dígame.
- Vero... ¡que el abuelo se ha muerto! - Soltó mi hermano David en sollozos.
- ¿Qué? ¿Nooo? ¡No puede ser! ¡No me lo creo! ¡NOOO! ¿Quién eres, David? ¿Quién ereees? ¡No me lo creo! 
No podéis imaginar el dolor, la rabia, la confusión... que pude sentir en cuanto mi hermano dijo esas malditas palabras. Un cacao mental imposible de controlar. No recuerdo muy bien qué más hablamos, sólo que empecé a llorar con él por el teléfono mientras José me cogía de la cintura al ver cómo me puse en ese momento. Cuando colgué el fijo, me dirigí directa a la habitación. Allí tengo puestas siempre dos fotografías: una de mis padres con mis hermanos y yo y otra de mi abuelo. Cogí el marco donde le tenía y me lo puse en el lado izquierdo del pecho. Era un mar de lágrimas desorientadas, gritando a los cuatro vientos que quería estar allí con mi madre. En la vida necesité tanto un abrazo de ella. Sólo pensaba en querer cuidarla.
- José, necesito ir. Quiero estar allí.
- Tranquila, Vero, que vas a estar. - me dijo secándome las gotitas de mi cara.
- ¿Y cómo lo hacemos?
- No te preocupes, cogemos el primer bus que haya y tiramos para tu pueblo.
Y eso fue lo que hicimos sin antes ver que ni aviones, ni trenes y ni buses hubo esa tarde para ir directamente hacia Málaga. Lo único que pudimos hacer fue esperar al día siguiente para coger el autobús de las nueve de la mañana que a las siete y media de la tarde nos dejaba allí. Mientras las horas no pasaban, llamaba cada dos por tres a mi familia que sólo supe decir llorando: "que voy para allá, mamá. Por favor, esperadme que voy". Hasta mi padre soltó que si no podía ir que no pasaba nada, pero yo no me quedaría tranquila si eso hubiera hecho. Mi corazón, mi alma... estaban allí. 
Al final no llegué a la misa ni al entierro de mi abuelo. Mis padre hicieron todo lo posible para alargar las horas pero el tiempo no me permitió darle ese último adiós a una de las personas que más quiero en este mundo. El coraje y la impotencia que llevé durante el viaje por eso mismo eran incuestionable. Aún así, a la mañana siguiente fui al cementerio. Mis padres, José y yo. Desde lejos pude ver las coronas puestas con esas típicas frases tan arrolladoras que me partieron más, si aún se podía, el alma. Y grité. Grité mil veces la palabra, abuelo. Quería que me escuchara para pedirle perdón por no llegar a tiempo. Le dije un millón de veces que le quería, mi padre contestó que él lo sabe. Cuando me tranquilicé, cogí unas escaleras grandes para subir donde se encontraba las demás flores y le puse el ramo que llevaba en mis manos.
- Abuelo, te juro que siempre que viaje al Arroyo vendré aquí. - Le dije al frente de su nicho y le mandé un beso.
Así fue cómo pasé los dos fatídicos días que, por desgracia, ya jamás se borrarán del calendario. Hoy, 22/01/2016, hace justo un año que tu debilitado cuerpo se marchitó dejando un vacío enorme a todos los que te queremos. Pero sabemos que tu alma sigue viva.

Siempre contigo, abuelo.